El crimen y los desfiles
La inseguridad ciudadana y la pompa de los desfiles militares en el Perú
Como en todas las Fiestas Patrias hemos visto desfilar a las Fuerzas Armadas y la Policía, en algunos casos hasta con ribetes cómicos como los perros amaestrados entre otros. Como en la mayoría de Estados del mundo la exhibición de fuerzas es una tradición marcada por el estilo castrense, para recordar las gestas de independencia nacional o de otras hazañas militares.
En ese último desfile vimos los mejores trajes, las armas relucientes, los vehículos blindados y tanques, incluso se llegó hacer exhibición de lo bien apertrechadas que están las unidades de operaciones especiales, como las de la policía, prestas a enfrentar los secuestros, el crimen organizado y las emergencias más complejas.
Este año el Desfile y Parada Cívico-Militar central en Lima contó con la participación de 12 mil efectivos de diferentes fuerzas y todo un despliegue de pertrechos militares. Eso sin contar los desfiles en todas las ciudades principales del país, donde también otros miles de efectivos se desplegaron y lucieron lo mejor del arsenal y de las instituciones civiles respectivas.
Miles de soles para movilizar personal, trajes, vehículos, aviones, tanques, animales y otros pertrechos, varios de los cuales solo se usan o exhiben para esa ocasión. Sin embargo cuando regresamos a la realidad cotidiana de las calles de Lima y las principales ciudades capitales del país, vemos la creciente zozobra en la que se siente la población por los índices de inseguridad y de delitos comunes.
El Perú es considerado uno de los países de América Latina con la mayor tasa de víctimas de la delincuencia. Así lo reveló el Barómetro de las Américas 2014. De acuerdo a este trabajo del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP), el 30,6% de los ciudadanos peruanos ha sido víctima de al menos un acto delincuencial durante el año pasado: El promedio para la región es de 17,3%.
Esto nos revela los dramáticos niveles de ineficiencia de nuestras fuerzas de seguridad pública, por un lado la Policía Nacional y también los paliativos del servicio del Serenazgo que administran tanto los municipios provinciales como distritales.
Seguimos viendo con pavor en los medios como los criminales cada vez son más avezados y elevan su peligrosidad, pasando de las armas blancas, asaltos a mano armada hasta lanzar granadas de guerra a espectáculos circenses en medio de cientos de ciudadanos. Mientras tanto algunos sectores demagógicos piden la militarización de las calles, otros hablan de la autodefensa personal, mostrando las virtudes de costosos artefactos para la defensa personal.
El gobierno ha anunciado algunas medidas como aumento de salario para policías y un decreto legislativo para la geolocalización de celulares para combatir al sicariato. Junto a esta última, el anuncio de la concesión de los penales son las más controvertidas.
Sin embargo queda claro se requieren acciones mucho más firmes, que fortalezcan en calidad de formación, preparación, y equipamiento a la policía, que fortalezcan mejor a las juntas vecinales. Una mirada integral de la seguridad abarca las políticas económicas y sociales, con especial énfasis en la prevención, trabajo con las familias en vulnerabilidad, en programas más agresivos de resocialización y una administración de justicia más diligente.
El tema de fondo es un Estado que solo busca reprimir, y le deja el tema de la seguridad a la concesión de penales, a empresas de seguridad particular y armas, huachimanes y al enrejado de los barrios. Es hora de discutir en serio la seguridad desde un enfoque progresista y alternativo, para no darle terreno fértil a la demagogia política y el militarismo más burdo.