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Allende, la unidad y el Perú

Reflexiones para el progresismo peruano a 42 años del golpe de Estado en Chile

Publicado: 2015-09-11


Este once de setiembre se recordará un año más de aquella fatídica fecha del golpe de Estado contra el gobierno democrático de Salvador Allende en Chile. La fecha concita siempre una serie de homenajes y reflexiones en torno a la experiencia de la vía chilena al socialismo y la brutal respuesta militar para destruir ese proceso.

El bloque de partidos de la Unidad Popular, liderada por Allende llegó en condiciones muy particulares al gobierno de Chile en 1970, tras varios años de arduo esfuerzo unitario y con una gran polarización de fuerzas (lo que llevó a que Allende sea ratificado en el Congreso por no haber alcanzado el 50 % de los votos).

El programa de la UP se centró en la nacionalización del cobre, otras mineras, las telecomunicaciones y otras industrias clave, la reforma agraria, entre otras importantes reformas que buscaban darle protagonismo al pueblo chileno. Sin embargo el proceso despertó desde el inicio la injerencia de las agencias de inteligencia norteamericanas y de una derecha chilena cada vez más radicalizada, que empleó el terrorismo para sabotear al gobierno (con grupos paramilitares de ultra derecha como Patria y Libertad).

El proceso fue generando cada vez una mayor polaridad política y social, hasta que Allende percibió que era necesario tender puentes con los militares, la iglesia y otros sectores de la vida chilena, como la Democracia Cristiana. Sin embargo encontró poco eco en su esfuerzo. Por un lado algunas fuerzas de la ultra izquierda, como el MIR y sectores del Partido Socialista, planteaban radicalizar el proceso y si fuese necesario tomar las armas ante una inminente guerra civil. Por su lado la derecha más radical azuzaba el sabotaje (con acciones como el paro de camioneros y el acaparamiento de alimentos) y con el apoyo norteamericano, buscaba la salida del golpe militar. Allende siempre rechazó cualquier salida violenta, por lo que planificó un referéndum que decidiría la continuidad o no del gobierno de la UP, pero este se vio frustrado por el golpe.

El desenlace fue un cruento golpe de Estado el 11 de setiembre de 1973, dirigido por el Comandante en jefe del Ejército Augusto Pinochet, que dio inicio a una brutal dictadura, que se dedicó a perseguir y asesinar a miles de militantes de izquierdas, y a implementar un programa de reformas neoliberales con asesores de la Escuela de Chicago, como el tristemente célebre Milton Friedman.

Tras más de 15 años de cruenta dictadura militar, las luchas del pueblo chileno obligaron a Pinochet a realizar un referéndum en 1989 sobre la continuidad de la dictadura. Con su derrota y el retorno a la democracia, se configuró el escenario en el que un sector de la izquierda, liderado por un PS reconstruido, formó la Concertación de partidos por la democracia. La concertación gobernó en 4 periodos con cierta solvencia, pero sin tocar la constitución pinochetista ni la esencia del modelo neoliberal.

Ahora la socialista Michelle Bachelet ha recogido parte de las demandas de las luchas de los movimientos sociales, en especial los que pedían una educación pública, y otros temas de una mayoría de chilenos cansados de una creciente desigualdad económica del país. Así se formó la Nueva Mayoría en la que se incorporó al Partido Comunista de Chile. Esta se ha planteado una serie de reformas, como una tributaria y la recuperación de la educación pública en el ámbito escolar y superior. Bachelet enfrenta una fuerte oposición de las derechas, de los grupos de poder económico y tiene dificultades para mantener los equilibrios en su alianza, en la que hay tensiones entre sectores más conservadores, como la DC, y los más avanzados, como el PC.

La nueva mayoría de bachelet incluye al Pc de Chile y lideresas como camila vallejos
foto: www.huffingtonpost.com

Por un lado Allende deja un legado de consecuencia en sus principios y de compromiso democrático. La experiencia chilena hasta hoy nos muestra la importancia del tema de la lucha por la hegemonía, ya que no es suficiente contar con al arraigo en sectores populares para poder gobernar y hacer reformas. Se requiere institucionalidad política, un programa sólido y una acción de gobierno creativa, que nos permita construir una mayoría social para el cambio.

Asimismo la experiencia chilena nos muestra la madurez de sus fuerzas políticas, que en su momento han sabido conformar espacios unitarios para llegar a ser experiencia de gobierno. No podemos seguir hablando de unidad sino somos capaces de hacer la unidad política concreta para levantar agendas de lucha. Estas experiencias unitarias no están exentas de tensiones y virajes, pero solo es en la lucha política y la experiencia de gobierno en que se pueden dar los aprendizajes y maduración de las fuerzas políticas que realmente apuestan a ser alternativas para su pueblo.


Escrito por

Luis Gárate Sánchez

Periodista, ex regidor de la Municipalidad de Lima. Estudios de maestría y Diplomado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales.


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Utopía viva

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