#ElPerúQueQueremos

El terrorismo de unos y de otros

El debate necesario sobre la violencia política a partir de la liberación de Peter Cárdenas

Publicado: 2015-09-30


La reciente liberación del ex dirigente del MRTA Peter Cárdenas Shulte, tras haber cumplido su sentencia de 25 años prisión, ha desatado en los principales medios de comunicación y las redes sociales una real cacería de brujas y campaña que linda con el terrorismo mediático.

Los titulares y las notas periodísticas insisten en “hacer memoria” de los crímenes por los que Cárdenas Shulte fue sentenciado y cumplió pena, y en denunciar la posibilidad que vuelva a involucrarse en política o articularse como parte de un supuesto “renacimiento del terrorismo”. Pero lo único que están haciendo con esta campaña es infundir miedo innecesario en la población, cuando existen otros alarmantes problemas en el país, como la corrupción de gran parte de los políticos que quieren disputar la presidencia, la conflictividad socio ambiental y la inseguridad en las calles.

Pero qué es el terrorismo. El Diccionario de la Real Academia lo define como: 1 m. Dominación por el terror; 2 m. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. En el lenguaje mediático y de los sectores dominantes en el Perú se aplica la palabra solo a los grupos que desde posiciones de izquierda iniciaron el conflicto armado en los años 80. Sin embargo, como vemos, el término está manoseado, se manipula y en realidad puede aplicarse a las estrategias de otros sectores en la sociedad.

La ultraderecha y su “sentido común”

Como es propio en una mentalidad estrecha y que hace gala, por un lado de ignorancia y por otra de un sesgo ideológico de derecha radical, los líderes de opinión comentan la posibilidad de que el ex dirigente emerretista sigue siendo un “peligro inminente” para la sociedad peruana.

Esta mentalidad y su discurso señalan su versión histórica, en la que lo que ocurrió en el país fue producto solo de una “voluntad demencial” de unas “bandas de fanáticos terroristas” que mataron a gente inocente sin distinción. Esta es solo una simplificación de los hechos, que termina por justificar el terrorismo de Estado, las campañas que arrasaron a comunidades andinas en busca de los subversivos y los métodos paramilitares del alanismo y el fujimorismo (ej. Comando Rodrigo Franco en el primer gobierno de Alan García y comando Colina en los Caso La cantuta o Barrios Altos). Esta mirada trasluce visiones mucho más radicales, autoritarias y excluyentes que subsisten entre los peruanos, como un profundo racismo y clasismo.

En esta lógica los terroristas son rebajados a una suerte de seres salvajes. De esta manera se simplifican los argumentos y se justifica cualquier reacción natural para eliminar a estas personas (Sirva como ejemplo de esa mentalidad, la burda campaña “Chapa tu choro” en el caso de los ladrones).

Pero basta escuchar las declaraciones de Cárdenas para darse cuenta que en más de una oportunidad ha pedido perdón a la sociedad peruana, en especial a las víctimas de las acciones que realizaron. Incluso ha reconocido que la lucha armada en la que participó fue inconducente y que no es una salida viable para el Perú de hoy.

No es suficiente que haya cumplido su pena y que pida perdón. Para este sector “el único terrorista bueno, es el terrorista muerto”. Para esta derecha y su sentido común -instalado en buena parte de la sociedad- no existe la posibilidad de la reinserción social y que un ex terrorista o guerrillero ingrese a la vía democrática para hacer política.

La violencia política

Necesitamos revisar y difundir documentos esenciales como el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que junto a otros estudios serios, nos revelan la realidad más compleja de lo que fue el conflicto armado. En estos se explica de manera detallada el contexto, cronología y las razones por las cuales organizaciones como Sendero Luminoso y el MRTA iniciaron sus acciones armadas contra el Estado peruano, que ocasionó una espiral de violencia y una reacción estatal que a su vez produjo miles de muertos, desaparecidos y violación sistemática a los derechos humanos.

Es importante señalar que siempre existieron diferencias entre los 2 grupos subversivos. En la concepción de grupos como el MRTA, de inspiración guevarista, querían derrocar el “sistema capitalista opresor” por una insurrección armada, que implicaba enfrentarse al Estado burgués. En ese camino, llegaron a enfrentamiento militar con las fuerzas armadas y la policía, así como a realizar tomas de ciudades, acciones de propaganda con poblaciones, atentados contra sedes diplomáticas como la de EEUU, y cometieron secuestros de empresarios para financiar sus actividades. En 1996 un comando del MRTA realizó el sonado secuestro de la residencia del embajador japonés para pedir la libertad de sus compañeros detenidos, que culminó en un operativo militar que rescató a los rehenes y eliminó a todos los emerretistas.

El caso de Sendero Luminoso es particular, pues es una organización maoísta, dogmática y que rinde culto a su líder fundador. Se caracterizó por remplazar autoridades locales en zonas andinas, enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, pero a su vez acciones como masacres a poblaciones civiles y asesinatos selectivos contra autoridades locales, dirigentes populares y atentados con carros bombas. Sus dirigentes y militantes, los más conocidos ahora agrupados en el MOVADEF, no reconocen errores, reivindican todas las acciones armadas y terroristas del grupo, y más bien persisten en el llamado “Pensamiento Gonzalo”, por lo tanto en la lucha armada como la vía central para conquistar sus objetivos políticos.

En el caso del MRTA, esta organización prácticamente se ha disuelto y sus dirigentes principales, como Víctor Polay, han reconocido públicamente que erraron en sus formas de lucha y consideran que deben reintegrarse a la vida democrática. Eso no hace “mala” o “buena” a estas organizaciones, solo permite explicar las diferencias de su naturaleza.

Experiencias regionales, memoria y futuro

Debemos recoger las experiencias de otros países de la región, como Uruguay, El Salvador, Nicaragua y ahora Colombia, entre otros, donde la violencia política se ha podido canalizar con la incorporación de las ex guerrillas a la vida democrática de sus países. (Casos como los de Pepe Mujica, ex guerrillero Tupamaro que llegó a ser presidente de Uruguay; Salvador Sánchez ex guerrillero del FMLN ahora presidente de El Salvador; Dilma Rousseff ahora presidenta del Brasil; Gustavo Petro, ex integrante del M-19 y ahora alcalde de Bogotá).

No se trata de justificar las acciones terroristas ni la violencia armada, ni apañar los crímenes que enlutaron a miles de familias peruanas. Es necesario explicar su origen y por qué se mantuvo tantos años. Las heridas y sensibilidades aún están muy frescas. Aun hay casos sin resolver, juicios en curso y sanciones pendientes. Los peruanos, en especial pensando en los más jóvenes, necesitamos revisar la historia y dialogar sobre las razones y las consecuencias por las cuales se desató la violencia política, para que esta no se repita.

Actitudes como las de Cárdenas son válidas y deben analizarse, como el reconocimiento del error, el pedir perdón por los actos de violencia y las pérdidas humanas irreparables y expresar la intención de regresar a la vida social. Ahora nos toca procesar esas intenciones, evaluar si hay voluntad real para que los que han cumplido sus penas puedan reinsertarse a la ciudadanía. De esa manera contribuiremos a reconstruir la sociedad a partir de la memoria, la justicia y el reconocimiento de que la acción política y la lucha por la justicia social deben hacerse en la vida democrática.


Escrito por

Luis Gárate Sánchez

Periodista, ex regidor de la Municipalidad de Lima. Estudios de maestría y Diplomado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales.


Publicado en

Utopía viva

Las utopías sirven para caminar y luchar. Por eso este espacio para compartir reflexiones sobre la política, el quehacer nacional y mundial